Habitualmente el ámbito para el desarrollo de un niño es su
familia. El espacio elegido para la recreación, su barrio. La escuela concentra
el lugar de muchos de los aprendizajes, pero… cuando las costumbres y las
prácticas son de otra índole… cuando el niño se excluye o es descartado por
estos diseños sociales e institucionales …aparecen en escena otras
instituciones. Esas son las que nos perturban, es decir, las que se ocupan de
niños que se desenvuelven en otros espacios. Para decirlo sin eufemismos: la
calle. Prematuro lugar de proveedor, sostén y soporte de otras historias de
vida.
El uso y las costumbres, entre otras cosas, le impone
tareas preconcebidas y fijas a una institución. Son las instituciones para las
buenas costumbres, en las que se consuma la costumbre de instituir y de
fustigar.
Pero algunas veces… la institución resiste y puede también ser
una posibilidad, posibilidad de hacer costumbre el acto radical y transformador
de desafiar la profecía.
El propósito de este trabajo es reflexionar acerca de
prácticas y vivencias particulares que llevamos a cabo, desde hace varios años,
en un Centro de Día y distintos talleres de capacitación laboral destinados a
niño/as y adolescentes en situación de calle. Al mismo tiempo intentaremos
mencionar algunas síntesis operativas y conceptuales a las que arribamos y que
nos han sido útiles para desentrañar la complejidad de la realidad con la que
trabajamos. Sin duda el diseño de nuestras intervenciones, nuestras dudas,
avances y retrocesos, está anclado en esta complejidad, en los saberes que se
van construyendo y en la encarnadura individual que esos saberes adoptan.
También queremos señalar que los que trabajamos en estos espacios estamos
absolutamente comprometidos con una fuerte voluntad de transformación de las
diversas legalidades que definen la construcción de un modelo
institucional.
Acerca de la institución
Una breve historia
Este grupo comienza su conformación en el año 1989 a partir
del Programa “La Casa”, iniciativa del gobierno municipal. En el año 1992 el
equipo Técnico de este programa, decide abrir la experiencia desarrollada
convocando a la comunidad a participar en la gestión del proyecto y así se
conforma la Asociación Civil C.H.I.C.O.S.. La convicción que tanto el Estado
como la Sociedad Civil deben tener injerencia concurrente en esta cruel
realidad, nos ha acompañado y sostenido desde el inicio en la construcción de
esta institución. Desde entonces esta gestión asociada entre organismo
gubernamental y asociación civil ha pasado por diversos grados de aceptación y
confluencia, como también por grandes momentos de desencuentro y confrontación.
Nuestra sostenida presencia en el ámbito de las instituciones vinculadas a la
niñez y adolescencia promotoras de políticas públicas, nos ha permitido ampliar
nuestra comprensión sobre la diversidad de infancias que conviven en nuestra
ciudad. Tanto el estado municipal como las organizaciones no gubernamentales
hemos trabajado intensamente a la par, minimizando la clásica confrontación y
desconfianza que caracteriza la relación entre ambas instituciones.
Sin embargo, debemos dejar constancia de los efectos de
ciertos desencuentros. Uno de ellos tuvo una gravitación muy importante en el
rediseño de la institución. En enero del 2001, por decisión de los entonces
funcionarios municipales, el Centro de Día para chicos y chicas en situación de
calle ubicado en la zona céntrica de nuestra ciudad es trasladado a un pequeño
inmueble muy alejado del radio en el que se mueven los chicos. Esta nueva
ubicación nos hace pensar en una suerte de ocultamiento, en un ocultamiento de
doble carácter; por un lado del proyecto en sí mismo, dado que si bien dependía
de organismos del estado, había comenzado a construir un universo propio que,
por estrechez político-institucional, fue visto con malos ojos y por el otro, la
molestia que los llamados “chicos y chicas en situación de calle” producen en la
ciudad como la cara insoportable de lo que somos capaces de crear.
De todos modos creemos que esta discusión acerca de las
responsabilidades y acciones conjuntas reviste una importancia mayúscula.
Historiar y analizar esta tensión- tarea necesaria y urgente-, ayudaría a
dilucidar los roles que cada institución debe cumplir en una sociedad que puede
y debe pensarse a sí misma. Es fundamental entonces comprender que estos enlace
se vinculan directamente con el destino de la institución, en tanto repercuten
generando modificaciones en la metodología, fortaleciendo o desarticulando ejes
de acción, como así también cambios políticos y sociales más generales.
Finalmente, es debatir de qué modo una sociedad puede hacerse cargo de la
multiplicidad de sus conflictos y sus efectos tanto individuales como
grupales.
Ante los conflictos optamos por definir una actitud grupal,
basada en lo que dicta nuestra experiencia, nuestros soportes teóricos y nuestro
posicionamiento ante la vida. Componentes que instauran nuestro compromiso, ese
compromiso que hace que trabajemos día a día poniendo en juego toda nuestra
disponibilidad humana.
En estas actitudes, en estos momentos de aparente soledad,
casi al desamparo del Estado fuimos encontrando en el grupo la fuerza, la
consistencia necesaria para forjar una nueva identidad, un nuevo estilo de
institución.
Al igual que los chicos, cuando pudimos dejar de actuar
para o contra quienes trababan nuestro hacer, descubrimos el placer de hacer
esto que realmente nos satisface; crear, construir, inventar todos los días
nuevas formas para esquivar el destino. Los chicos con los que trabajamos fueron
parte de la construcción de esta nueva forma, es decir, lucharon para construir
una institución diferente. En ese proceso fuimos visualizando la factibilidad de
romper con la inercia, con el destino, con lo inevitable. Esta refundación
institucional, nos permitió, a su vez, la posibilidad de inaugurar otras formas
de la subjetividad, tanto en los chicos como en nosotros. En ellas intentamos
reconocer nuevas posibilidades. En nuestra institución, eso que llamamos la
posibilidad, tomó una forma concreta: una casa para CHICOS en la zona céntrica.
Este aporte significó mucho más que el dinero para comprar la casa, es la
certeza de tener un lugar propio para continuar en el intento y en la
insistencia de este camino.
Este hecho trajo aparejado un incremento en la visibilidad
de la institución lo cual propició el fortalecimiento de la misma.
Acerca de la profecía
Los niños y adolescentes pobres tienen su destino señalado
y lo saben. Su tránsito y experiencias en la calle, los trabajos que allí
realizan y el alejamiento de sus familias generan innumerables conflictos y no
hacen más que confirmar diariamente el destino que se les ha fijado. Estas
experiencias son consideradas de alto riesgo, y como tal, enhebran no solo la
identidad de los sujetos intervinientes, sino también la de la sociedad.
Creemos importante poder desdramatizar estas experiencias,
en el sentido de quitarles el peso moral que poseen como pecado o crimen y de
este modo desnaturalizar rasgos propios de los discursos sociales que los
atraviesan. Según los cuales los únicos destinos posibles serían los institutos
cerrados, reformatorios, cárceles o la muerte.
El desafío entonces también incluye el esfuerzo de revertir
estas creencias generalizadas a partir de lo que les fue negado, pero también
apostar a una construcción que instaure el saber y la palabra como herramientas
capaces de generar transformaciones.
En general las personas y las instituciones que trabajan en
este ámbito llevan sobre sí preceptos de salvación y protección de la niñez,
(alguna vez alguien tendrá que hacer también la historia de la beneficencia en
la Argentina) los cuales disocian, parcializan y diluyen aspectos significativos
y constitutivos de la problemática. Sabemos que nuestra práctica se desenvuelve
sobre ese filo problemático en relación al modo en que pensamos el encuentro con
los chicos. Este fluctúa permanentemente entre la cercanía, la cooperación, el
juego, la solidaridad, a la vez que tratamos de no caer en complicidades poco
operativas y hasta devastadoras.
Las prácticas realizadas tradicionalmente niegan por
completo la trama cultural y social donde se inscriben sus realidades
cotidianas. La dificultad se encontraría entonces, en la posibilidad de
situarnos en un espacio más acotado, pero no por eso menos perturbador, desde
donde no esperamos resolver “todo” con nuestras intervenciones, ni siquiera
“resolver” algo... y tal vez , “solo” crear un vinculo, acercarse, escuchar y lo
mas difícil de todo: habilitar el espacio para que el niño hable.
En este sentido, nuestra práctica se define en un tejido
enigmático y complejo, en el que se combinan los afectos, donde hay lugar para
la pasión, donde se establecen relaciones personales muy intensas, que lejos de
constituirse en un obstáculo para la tarea, en más de un caso, la posibilitan.
Podríamos afirmar que constituimos una institución
alternativa en oposición a lo que podría ser entendido como institución total,
en tanto éstas se erigen como lugares en las cuales todas las resoluciones
tienen un fuerte carácter monolítico, donde los referentes institucionales se
presentan ante los "beneficiarios" como los poseedores de todas las respuestas y
soluciones y en donde se adopta una actitud paternalista que no permite
interferencias. Esta relación ilusoria suele ser la mas cómoda para ambos.
Pretendemos estar lejos de comodidades. Pero es necesario también señalar que la
metodología de intervención cambia y está inscripta en la reunión que
inevitablemente se produce entre los diversos universos normativos.
En ese sentido toda institución debe saber que se
encontrará con legalidades muy contrapuestas, que de aceptarlas, la misma tarea
institucional correría peligro. Esta es la paradoja y el desafío más espinoso
que atraviesan este tipo de organizaciones, a saber, no aceptar la legalidad de
la calle, al mismo tiempo saber que su función es recibir sujetos que se rigen
por ellas y sobre los cuales se decide no ejercer un sistema represivo, pero
tampoco puede naturalizar la prevalescencia de esa legalidad. En el medio de
estas complicaciones, de esa singularidad institucional se debate el sentido y
la responsabilidad de los que participamos en ella.
Hemos elegido trabajar compartiendo la vida cotidiana.
Sabemos que esto significa retirarse de la asepsia médica o terapéutica. Pero en
este compartir, en esta elección de la cotidianeidad como espacio de intercambio
y encuentro, en tanto sostenemos roles, funciones y lugares diferentes, nos
hemos esforzado por evitar la disolución de las individualidades.
Acerca de la posibilidad
A lo largo de la historia de la institución hemos
transitado por diferentes modelos y criterios de abordaje. Citamos (textual) a
continuación el texto que escribiéramos en 1992, al momento de cerrar el clásico
hogar de puertas abiertas y abrir el Centro de Día.
La idea inicial fue trabajar con los llamados "operadores
de calle" que derivasen a un centro niños y niñas en situación de calle. El
objetivo que se planteaba era evitar el riesgo que implica el trabajo callejero
de los niños sustituyéndolo por la creación de unidades productivas familiares.
(Mayo 1989)
El trabajo de los operadores pone en contacto al equipo
con la población de los chicos de la calle; ante la carencia de instituciones
que abordaran esta problemática, que supone una situación de riesgo mayor, un
grupo de miembros del equipo plantea hacerse cargo de la misma. Se inicia la
experiencia con la creación de un espacio de trabajo diurno que nos permite
realizar los primeros contactos con niños que, habiendo roto el vínculo
familiar, adoptan como hábitat la calle y desarrollan en ella distintas
conductas de alto riesgo. (Enero 1990).
En el trabajo con los niños observábamos progresos que
veíamos desmoronarse ante la falta de contención durante la noche. Dado que las
únicas instituciones destinadas a la "atención" de estos niños, eran Policía de
Menores y un instituto cerrado de características penitenciarias, resolvimos en
Julio de 1990 la creación de una propuesta de convivencia para “chicos de la
calle”. (Parque Oeste)
En él se trabajaba con un sistema de puertas abiertas
donde los niños concurrían voluntariamente y no eran objeto de penalidades si
resolvían dejar la institución.
En un comienzo, este espacio concentraba todas las
actividades de los niños: recreativas, laborales, terapéuticas, educativas, etc.
Paulatinamente se realiza una apertura tendiente a la inserción social de los
mismos; en lo educativo, concurriendo a las escuelas de la zona, y en lo
laboral, participando de las actividades de distintos espacios municipales
mediante un sistema de becas.
La institución recibía un grupo de cincuenta menores,
constituyéndose una población estable de doce, con quienes se mantiene un
trabajo continuo durante dos años. Al cabo de este proceso, los jóvenes van
resolviendo sus situaciones y se produce el egreso de diez de
ellos.
El equipo en este momento (Agosto 1992) evalúa su
práctica y resuelve modificar su metodología de trabajo atendiendo a los
siguientes ítems:
Es preciso crear un espacio intermedio entre el trabajo de calle y la
restitución de la convivencia del menor, ya sea en su familia o en hogares.
(Centro de Día. Se concreta en Septiembre/93)
Se considera necesario ampliar la población a la que se da respuesta, no
quedando la tarea acotada a un grupo reducido.
Durante este período surgen, por iniciativa de grupos religiosos, algunos
hogares que aceptan trabajar con chicos de la calle.
Resulta indispensable una combinación eficaz entre los distintos grupos
que trabajan con la problemática a fin de complementarse y brindar una atención
más orgánica. (Parte del equipo interactúa con Hoprome, Dios es Amor, Comunidad
Toba, Departamento de la Juventud, durante 1992/93).
Se encuentra conveniente construir un centro de producción propio
(comenzando a fines de 1992 en el espacio donde funcionaba el hogar).
El equipo elabora entonces un programa que contempla las siguientes
instancias:
- Trabajo de Calle.
- Centro de Día.
- Centro de Organización del Trabajo.
- Relaciones con otras instituciones.
A partir de ese momento los cambios en el modelo de abordaje pasan por los
dispositivos que se implementan en cada uno de estos espacios.
Debido al recorte de esta presentación mencionaremos brevemente algunos de
ellos:
- Inicialmente el espacio del Centro de Día concentraba en un único tiempo
todas las tareas de atención integral: alimentación, higiene, recreación,
atención terapéutica, etc. Los miembros del equipo técnico eran los encargados
de generar actividades artísticas o recreativas según los recursos con los que
contasen.
- Posteriormente se incorporó una tallerista que desarrolló un Taller de
Circo, con una frecuencia de dos encuentros semanales. Esa resultaba la
propuesta ordenadora del resto de las actividades recreativas.
- Nos resultó conveniente diversificar la oferta de actividades y al año
siguiente definimos la incorporación de otros talleristas. Si bien los talleres
podían tener vinculo entre sí no eran pensados como espacios que se integrasen y
retroalimentasen.
- Durante unos años sostuvimos los mismos talleres. En el convencimiento de
que determinadas tareas eran beneficiosas para los chicos y que paulatinamente
se irían interesando por las propuestas aunque inicialmente no a todos los
motivasen las mismas actividades. Muchos de estos talleres estaban muy ligados a
la producción de objetos, al desarrollo de habilidades motrices, rudimentarios
oficios. La necesidad de un producto que posibilitase la significación.
- En la actualidad los talleres son pensados por términos más acotados. La
elección obedece a nuestros análisis, a los pedidos de los chicos y a las
características que reconocemos en quienes puedan hacerse cargo de los mismos.
Aceptamos propuestas de voluntarios y se ha diversificado aún más el espectro de
opciones. No pensamos que todos los chicos deban pasar por todos los talleres.
Fomentamos la oportunidad de que elijan, que aprendan a fijar por donde quieren
transitar. En este momento los talleres se retroalimentan entre sí: la
producción del Taller Vivencial puede servir de disparador del Taller de
Producción Escrita y sus textos convertirse en guiones de las escenas del Taller
de las Historias. Los Talleres de Capacitación Laboral proyectan en conjunto y
cada uno de ellos ejecuta lo que le compete. El Taller de Artesanías construye
los envases de la Panificación Levavida. El Taller de Serigrafía imprime las
remeras del taller de atletismo. Los souvenirs del Taller de las Pequeñas Madres
son diseñados por los chicos del Taller de Carpintería y así…
Nos resulta interesante destacar que los cambios que fuimos realizando no
tuvieron que ver con que ya no funcionase el modelo anterior. No ha sido el
fracaso lo que impulso al cambio. La posibilidad de imaginar otras realidades
posibles nos ha permitido ir generando variaciones. La experiencia, su
sistematización, las evaluaciones permanentes, el análisis en grupo… estos son
los componentes que permiten romper con la lógica que postula “ensayo y error”
como la única teoría posible que pueden bosquejar quienes sostienen un trabajo
de esta índole.
Atentos a los diversos discursos que hemos ido sosteniendo en el tiempo y las
diferentes visiones que nos han interpelado, pensamos en una suerte de patrón
que suele repetirse en la trayectoria de los equipos técnicos. La ilusión del
comienzo, el desgarramiento que produce el conflicto, y el aprendizaje, el
arribo a provisorias síntesis.
Esto no es pensado como una línea ascendente, de progreso continuo.
Simplemente son momentos que ilustran una manera de pensar/sentir/hacer.
Si bien creemos que hay experiencias que son intransferibles y que muchos
necesitamos comprobar, testear lo aprendido, también sabemos que la
sistematización de la práctica y un adecuado encuadre, nos permiten fijar
límites y criterios que sirven para regular nuestro furor, nuestro ímpetu por
hacer.
Los niños con los que trabajamos y la urgencia de las situaciones por las que
son atravesados reclaman de nuestro hacer. Es necesario controlar este reclamo.
Estos niños pobres aparecen como DISPONIBLES… cualquiera dispone sobre ellos,
los jueces, la gente que opina como deberían criarse, cual seria su mejor
destino… La pobreza habilita a que todos efectivicemos una intromisión en sus
vidas privadas. Nosotros mismos estamos disponiendo, definiendo en muchos casos
su destino… y más allá de ratificar la parcialidad de nuestras intervenciones…
cargamos con el peso de esta definición en nuestros hombros. Expropiamos
derechos o habilitamos la inscripción de algún futuro posible?.
El futuro no es posible” … ni siquiera un futuro mejor es posible… Qué
hacemos con lo inevitable? Cómo apartamos la resignación? En nuestra práctica
aparece la solidaridad como estrategia de resistencia en el ámbito cotidiano,
desde donde podemos recuperar nuestra emoción, nuestra alegría, el poder de
hacer… las ganas de reconstruir… de atar… de volver a ligar… EL pasaje por la
emoción les permite a los chicos retirarse de ese determinismo que les es
impreso y que ellos también comienzan a creer.
Nos gusta pensar a la institución como un interlocutor que irrumpe en la
escena cuando han desaparecido otros, cuando se está ante la dificultad de
encontrarse con quienes les cuenten la historia pensándolos como un actor más…
Sostener entonces una ley, una palabra… para desde allí habilitarlos a que se
apropien de su propia historia. Y, como condición inevitable, que a la vez
puedan inscribirla junto a la de otros, a la de sus familias, a las de sus
pares, sus grupos de pertenencia.
Acerca del desafío
Uno de los desafíos con los que nos enfrentamos es el de poder mantener la
calidad de contacto con los niños ante el sostenido crecimiento de la
institución.
Sin duda, nos produce un enorme agobio la estrechez de respuestas ante el
crecimiento de la pobreza y ante una realidad tan angustiante, ante esto nos
vemos inmersos en esta disyuntiva: la dificultad de trabajar juntos o la
urgencia de acompañarnos en el diseño de herramientas que nos permitan operar en
estas nuevas realidades. Herramientas y límites que faciliten la
sistematización, nuevos dispositivos que respondan a los cambios que se van
dando en el contexto dado que la población con la que trabajamos ha cambiado
notablemente, en características y magnitud. El gran desafío entonces, consiste
en trabajar con 250 chicos, con la misma pasión con la que trabajábamos con 20.
De lo contrario correríamos el riesgo de convertirnos en una institución más de
las que miden su eficiencia por la cantidad de niños a los que atienden.
Abrirse, ceder, tolerar, acceder sin renunciar, sin replegarse… ceder como
condición indispensable para el crecimiento.
Nuestro trabajo se hace en el mientras tanto. Acompañando, no en el
sufrimiento, no en el deterioro. Ofreciendo elementos de análisis que les
permitan superar la paradoja “la calle es libre”. No hay libertad posible sin
lazo social, en la intemperie. Hay que construir un lugar. Un lugar para ellos,
para nosotros, es decir, hacer lugar a la posibilidad.
También a la posibilidad de transmitir acerca de nuestros intentos, de
nuestras ganas, de la realidad que nos atraviesa y de las herramientas que
construimos para luchar contra los molinos de viento... Sabemos que no es
posible ganar todas las batallas y que ni siquiera la satisfacción habita en la
victoria, quienes apuntan solo a ella, y parafraseando al quijote... “no saben
nada de aventuras La nuestra se sigue desplegando aquí... junto a los chicos y a
muchos otros que todavía no han renunciado al placer de jugar por jugar... de
disfrutar ese “mientras tanto” junto a otros, construyendo cotidianeidades que
nos permiten alcanzar la certeza de como nos gustaría vivir...
Marcela Lapenna y Delfina